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Europa abandera el giro hacia la economía circular

Podría decirse, con pocas probabilidades de errar, que ya quedan pocos lugares en el planeta en el que no aparezca un residuo derivado de la actividad humana. Los hay para todos los gustos: de tipo sólido, como una bolsa de plástico, una botella o una lata de refresco; líquidos, como aceites usados o las aguas residuales que se generan en las concentraciones de población; o gaseosos, como la “boina” gris que corona las principales ciudades del mundo “desarrollado”, o los gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global. Detrás de cada residuo está la mano del hombre, tanto del que consume un producto como del que fabrica, distribuye o diseña ese bien. La sociedad debe transitar urgentemente de un modelo de desarrollo insostenible a un modelo más lógico e integrado con el entorno natural.

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En un maremágnun de términos asociados al mundo del medio ambiente, el consumidor necesita estímulos que lo orienten a cambiar hábitos que sean realmente beneficiosos para el entorno. Ahí están retos como dejar atrás la dependencia de los combustibles fósiles, enfilar la proa de nuestra sociedad hacia una economía baja en carbono, impulsar el conocimiento como motor de la innovación o cambiar un modelo de consumo basado en usar y tirar, cuya huella ecológica provoca una aceleración del desgaste de nuestro planeta y la extinción de los recursos naturales. Estamos ante una responsabilidad compartida en la que intervienen numerosos actores: administración, productores, consumidores y, en general, toda la sociedad.

Desde el punto de vista de la sostenibilidad, el ciclo de vida de un producto tiene en cuenta todas las fases relacionadas con su origen, composición, elaboración, destino, uso, gasto energético, deterioro o su impacto en el medio natural una vez que deja de ser útil, entre otros términos. Es la huella ecológica de la que debemos ser conscientes. Sin embargo, en muchas ocasiones ni el fabricante ni el propio consumidor conoce todo lo que se esconde detrás del producto que fabrica o adquiere, desde el punto de vista de la responsabilidad ambiental.

A finales de 2015 la Unión Europea aprobó el primer paquete de iniciativas para impulsar la denominada “economía circular”, cuyo espíritu es promover el uso eficaz e inteligente de los recursos, dejando atrás la cultura de “usar y tirar” -conocida como economía lineal-. Las autoridades pretenden que de aquí al 2020 los residuos pasen a ser gestionados como recursos, caminando hacia el vertido cero.

Una de las claves de la economía circular está, precisamente, en el papel de los residuos. Según Javier Domínguez Lino, presidente de Sogama, “es absolutamente prioritario cambiar la visión del residuo, pasando a concebirlo como un recurso de utilidad”. Los datos hablan por sí solos: Europa pierde cada año más de 600 millones de toneladas de materiales contenidos en la basura que podrían ser reciclados o reutilizados. Domínguez Lino señala que las nuevas recomendaciones de la Unión Europea hablan de “cerrar el círculo del ciclo de vida de los productos a través de un mayor aprovechamiento apostando por la innovación y la eficiencia en las formas de producir y consumir”. Este es uno de los grandes caballos de batalla de la economía circular. En el día de día de cualquier hogar la bolsa de la basura se llena de material de desecho susceptible de ser reutilizado o reciclado. Lamentablemente, las tasas de recuperación de estos materiales son deficitarias en España, debido principalmente a una mala separación en origen, es decir, al poco interés del ciudadano de segregar los residuos en el hogar.

Prácticas comunes
En el mundo de “usar y tirar” -economía lineal- lo que sucede es que adquirimos conceptos como envases, márketing, transporte, energía… pero lo realmente importante, el producto, queda en un segundo plano. Echemos un vistazo al cubo de la basura de casa: ¿cuántos plásticos, latas, cartones o envases de vidrio hemos generado al final del día y cuántos residuos son de origen orgánico?¿cuántos papeles, plásticos y cartones necesitan los zapatos que nos hemos comprado?

Seguramente nuestras abuelas conocen decenas de prácticas encardinadas en los preceptos de la economía circular sin conocer las recomendaciones de la Unión Europea. Reutilizar envases para nuevos usos, arreglar la ropa o los zapatos en vez de comprar compulsivamente, alimentarse con cocina de aprovechamiento, hacer conservas caseras, disfrutar de los alimentos de temporada, comprar en el comercio de proximidad, racionar el consumo de agua… Algunos expertos en medio ambiente señalan que la economía circular no es un desconocido, se trata de aplicar la lógica y criterios de ahorro, sin que eso suponga renunciar a la calidad de vida de la que podemos disfrutar hoy en día.

Sensibilización
A la economía circular le puede suceder lo que a muchos otros conceptos e ideas que no han llegado a calar en la ciudadanía. Requiere de un gigantesco esfuerzo en sensibilización y comunicación para que la opinión pública reaccione y cambie sus hábitos de consumo hacia prácticas responsables con el medio natural. “Es cierto que aún quedan bastantes ciudadanos que no hacen nada ante el problema ambiental, o no hacen lo correcto -señala Alejo Calatayud-, muchas veces por puro desconocimiento, si bien, en cuanto se les explican los beneficios que supone adoptar estos principios, detectamos una buena predisposición para modificar sus hábitos y su modo de actuar”, subraya el director de comunicación de Revertia. Esta empresa, dedicada a devolver al circuito productivo aparatos eléctricos y electrónicos fuera de uso, es capaz de hacer que un equipo informático obsoleto o que ya no es útil pueda tener “una segunda vida como materia prima reciclada para montar nuevos ordenadores que pueden ser útiles para muchas funciones”.

Por su parte, el presidente de Sogama, Javier Domínguez Lino, advierte que el cambio “no va a ser sencillo, no solo en Galicia, si no en el conjunto de España y Europa”. Domínguez Lino asegura que modificar nuestros hábitos, “muy arraigados en la economía lineal, marcada por las pautas de “usar y tirar”, no es tarea fácil. La prevención y reducción de residuos “resulta fundamental”, sostiene. La entidad que preside ya trabaja en potenciar sus instalaciones para elevar la tasa de recuperación de residuos susceptibles de ser reciclados. “Nuestro horizonte es depositar en vertedero única y exclusivamente aquella fracción de residuos que no se pueda reutilizar ni reciclar o recuperar energéticamente -puntualiza-. Y estoy convencido de que lo conseguiremos”.

Para Javier de la Cerda Ibáñez, presidente de Aproema, la Asociación de Empresas Medioambientales de Galicia, es necesario “involucrar a toda la sociedad”. Señala al ciudadano como un actor fundamental, “aunque quiero creer que los ciudadanos están cada vez más concienciados, lo cierto es que no es ni mucho menos suficiente”, concluye.

Generación de empleo
Otra interesante vertiente de la economía circular es la generación de nuevos nichos de empleo. La economía verde pide paso y los consumidores cada vez manejan más información sobre el origen de los productos que compran. El economista José Luis Gainzarain, de la firma viguesa Gainza Partners, señala que “estamos ante una tendencia imparable, lo que no puedo decir es cuánto tiempo tardará en extenderse”. Este experto considera que la economía circular “generará crecimiento, puestos de trabajo y nuevas industrias y servicios, ya que, en vez de fabricar más productos y materiales con materia prima no renovable, se tenderá a reutilizar los usados, con lo que una  enorme nueva economía se tendrá que crear”, asegura. Su socio, Rafael Simón, matiza que la industria puede no estar preparada para girar inmediatamente a la economía circular, “pero si el consumidor incorpora la sostenibilidad entre los valores que condicionan su decisión de compra, la empresa rápidamente se moverá para darle el servicio que demanda”, señalan desde Gainza Partners.

La Fundación de la Economía Circular recuerda que el sector de la gestión de los residuos representa en España “miles de puestos de trabajo” y apunta que “en un contexto de escasez y fluctuación de los costes de las materias primas, le economía circular contribuye a la seguridad del suministro y a la reindustrialización del territorio nacional”. La clave está en entender que “los residuos de unos, se convierten en recursos para otros”.

A través del plan de acción de la Unión Europea para impulsar la economía circular, Europa compromete una inversión de más de 650 millones de euros para financiar al sector empresarial, para que ponga el foco en el desarrollo de proyectos innovadores en comunión con los principios de la economía circular. Así se potenciarán nuevas líneas de trabajo como el ecodiseño, la creación de nuevos materiales a partir de residuos, la reducción de consumo energético no renovable, la mejora del ciclo de vida de los productos y un largo etcétera.

En definitiva, el camino a la economía circular supone un cambio de modelo en muchos aspectos: consumo, negocio, desarrollo, gestión, hábitos, educación… Desde el punto de vista de la responsabilidad social empresarial, no queda lugar a dudas de que lo más responsable es sumarse al cambio y ser parte implicada en la búsqueda del equilibrio ambiental y la necesidad de progresar en el ámbito económico.

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