La Fundación para la Economía Circular celebró en Madrid una nueva edición de su Meeting Point, un foro en el que participaron más de un centenar de expertos y directivos en el ámbito de la gestión de los residuos como recursos. Durante el encuentro salieron a la luz las inquietudes que más preocupan al sector y quedó patente la necesidad de caminar decididamente hacia un cambio de modelo.
La irrupción del concepto de “economía circular” en el ámbito del medio ambiente ha dejado de ser una expresión vacía de sentido para convertirse en palanca para favorecer un cambio necesario y la consolidación de un nuevo escenario de desarrollo. El pasado mes de septiembre, un grupo de expertos reunidos en Madrid por la Fundación para la Economía Circular (FEC) pusieron de manifiesto la necesidad de no dejar escapar la oportunidad de fortalecer este concepto con medidas serias, vinculantes y adaptadas a la realidad social y del entorno. Entre ellos, se encontraba Janez Potocnik, copresidente del Panel Internacional de los Recursos (IRP) en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), quien señaló que “la economía circular es crucial para mejorar nuestra competitividad, el medio ambiente y la salud”.
El presidente de honor de la Fundación para la Economía Circular, Jean Pierre Hannequart, se preguntó cuánto durará la transición a este modelo de desarrollo y qué decisiones han de tomarse para que se convierta en una revolución que contribuya a garantizar la integridad del medio natural, algo en lo que “se necesita la participación de múltiples actores, organizaciones, administraciones…”.
Actualmente, los países más ricos consumen diez veces más recursos que los países pobres, pero, regiones como Europa dependen de la importación de determinadas materias primas para producir y desarrollar su economía, algo que hace necesario desvincular el crecimiento económico del consumo de recursos, según indican los expertos. Janez Potocnik es tajante al afirmar que “hay que desvincular la marcha de la economía del consumo de recursos”. Este experto del Panel Internacional de los Recursos aseguró que la Unión Europea debe mostrar los cambios que garanticen la introducción de la economía circular dado que, además de una necesidad para el medio ambiente, “es una oportunidad de negocio en la que el que primero llegue, será el ganador”.
Caminar hacia el desarrollo económico con menor dependencia de fuentes no renovables debe contar con el apoyo inquebrantable de los gobiernos. Óscar Martín, consejero delegado de Ecoembes, sostiene que “deben actuar a través de una dotación presupuestaria transversal, decidida, firme y con mayor importancia”. Esa apuesta presupuestaria reforzaría elementos clave como “la necesaria educación y formación ambiental del ciudadano o el impulso de programas de I+D enfocados al ecodiseño”. Martín defendió que la sostenibilidad “va a depender claramente de la formación de los ciudadanos del país”.
Por su parte, el director de la Agencia de los Residuos de Catalunya, Josep María Tost, reivindicó el papel de “los actores locales y regionales” para generar un cambio firme hacia la economía circular. Desde su punto de vista, las administraciones hablan de compra verde, pero denuncia que en muchas ocasiones “se detiene en pequeños gestos como la compra de folios elaborados con papel reciclado y no se encargan obras con material de desecho como el asfaltado de carreteras con plásticos usados, edificios con materiales reciclados, flotas de vehículos eficientes…algo que a nivel de calle resultaría una actitud ejemplar”.
Benedita Chaves, directora del departamento de recuperación de materia orgánica de LIPOR -el servicio que gestiona los residuos del área metropolitana de Oporto-, reforzó las palabras de Tost señalando que “los retos son mucho más ambiciosos que los anteriores y, por tanto, es necesaria la participación de todos”. Esta experta apunta que si la Unión Europea es capaz de implantar la economía circular como modelo de desarrollo “se podrán alcanzar los objetivos”, pero es necesario -señala- “establecer índices cifrados sobre la generación y el consumo de productos para conocer bien qué está ocurriendo”.
Necesidad de normativas
Los defensores de la economía circular consideran que el respaldo normativo y fiscal que requiere este nuevo modelo de desarrollo serán los motores del cambio, aunque también debe figurar al mismo nivel la implicación del ciudadano. “Entre otras cuestiones, la economía circular tiene ante sí la conexión con el consumidor, con quien decide la compra de un producto”, señaló Laura Alba, directora de desarrollo de negocio de Plastics Repair System (PRS). Para ella el consumismo “le da la espalda a la reflexión sobre la necesidad de comprar algo que, probablemente, no nos hace falta, por no hablar del origen del producto, el proceso de fabricación o las posibilidades de reutilización”. En esa idea incide especialmente Óscar Martín, de Ecoembes, que defiende la necesidad de trabajar en la concienciación de un consumo responsable y lo señala como “el camino que debemos elegir”.
Para que todos los engranajes funcionen hacen falta incentivos y no solo económicos. La economía circular promueve el intercambio de ideas y buenas prácticas en el marco de la Unión Europea, pero sin olvidar la financiación de esta transformación. Por ejemplo, la fiscalidad ambiental en España no cuenta con una musculatura desarrollada, por lo que la mayor parte de los esfuerzos se quedan en simples gestos o avances débiles. Sobre la mesa está el debate sobre quién debe asumir los costes de la producción de cualquier bien de consumo: ¿el productor, el consumidor que adquiere ese bien o por toda la cadena de valor? En este sentido, Alba Cabañas, vicepresidenta de la comisión de desarrollo sostenible y medio ambiente de la CEOE, defiende que “los costes deben ser asumidos a lo largo de la cadena de valor en función de la responsabilidad ambiental de cada uno”. Para ello, es necesario un análisis de ciclo de vida riguroso “basado en datos serios y honestos sobre el impacto real de productos y procesos”, concluye.
En Europa, países como Holanda están dando importantes pasos para consolidar la economía circular como una cuarta revolución industrial. Allí están emergiendo todo tipo de empresas o startups, que escogen el camino de la innovación y la colaboración para cerrar el círculo, analizando el ciclo de vida de los productos, repensando los procesos de fabricación, diseñando nuevos productos generados a partir de residuos, proponiendo una logística eficiente…Se calcula que esta corriente ha generado 2.500 puestos de trabajo. En este sentido, los expertos que respaldan este modelo de desarrollo sostienen que España podría generar cerca de medio millón de puestos de trabajo en los primeros compases del cambio hacia la economía circular. El objetivo común de los países de la UE es construir un modelo de desarrollo exportable, que permita reducir la dependencia de materias primas sin renunciar a los productos más innovadores, y que impulse el liderazgo de Europa en el mapa económico mundial.
El papel del ciudadano
Además de las normas, el cambio debe incidir en las voluntades. La sociedad ha de asumir su responsabilidad en un cambio del que depende el futuro y, para ello, debe aprender a colaborar. Desde las administraciones públicas han de tomarse medidas para regular y favorecer la armonización del proceso de la economía circular. Durante su intervención en el Meeting Point organizado por la FEC, Guido Braam, uno de los impulsores de la economía circular en Holanda, dijo que “ser consumidor es un papel que protagonizan los ciudadanos, pero hay que recordar que no es el único papel que deben afrontar. Todos somos ciudadanos, aunque a veces nos olvidamos de ello y solo encarnamos el papel de consumidor”. Bajo esta reflexión se refleja la responsabilidad que recae en las manos del ciudadano de a pie, con nuestra decisión de compra podemos abrir el camino de la economía circular. Belén Ramos, responsable de Medio Ambiente de la OCU, reclama transparencia por parte de los productores a la hora de acercarse al público “como consumidor tengo que aprender a identificar información, a saber qué producto es más solidario o qué está más comprometido con el medio ambiente”. Siendo más precisa, Ramos explicó que es necesario trabajar en la durabilidad de los productos, siendo claro en la vida útil y, de forma especial, “contar con piezas de repuesto, promoviendo la cultura de la reparación para que el consumidor no se vea obligado a desechar un electrodoméstico porque repararlo resulta más costoso”. Al mismo tiempo advirtió que debe existir una regulación de los “reclamos ambientales” dado que en muchas ocasiones tras ellos “no hay nada ecológico”.
De nada sirve establecer normas y controles en los procesos de fabricación o comercialización, si finalmente el consumidor no asume la responsabilidad de, por ejemplo, separar correctamente los residuos o decidir su compra en función del grado de compromiso ambiental. José Manuel Núñez-Lagos, director general de Ecovidrio, considera que es necesario “adoptar medidas que garanticen la corresponsabilidad de los ciudadanos”, advirtiendo de que para garantizar la economía circular no se debe poner el objetivo exclusivamente en una parte del juego. Núñez-Lagos recordó que los planes de prevención de residuos continúan siendo imprescindibles así como la concienciación y sensibilización o el desarrollo de modelos de recogida y tratamiento eficaces.
En empresas globales como la multinacional sueca Ikea, la economía circular debe ser un atributo presente en sus productos. Qi Ka Sheng, responsable de sostenibilidad de Ikea Ibérica, defiende que “usar material reciclado no debe ser más caro”. En el caso de su compañía, algunos productos ofrecen una vida útil más larga gracias al ecodiseño. Sheng señala que “la economía circular debe estar integrada en la política de las empresas”, pero advierte que “el esfuerzo prioritario ha de estar centrado en la legislación, dado que el actual sistema no está preparado para asumir la economía circular desde el ámbito normativo”. Esta experta en sostenibilidad indicó que en varias tiendas de la cadena han instalado puntos de recogida de productos textiles usados, “pero las autoridades nos exigen que nos convirtamos en gestores de residuos. Nosotros vendemos muebles”, señaló con perplejidad. A pesar de ello, el compromiso con la reutilización de residuos “es una realidad en Ikea, por ejemplo, aprovechando nuestros propios desechos plásticos para hacer nuevos productos que luego ponemos a la venta”.