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79.000 toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos para fabricar las medallas de Tokio 2020

¿Sabías que las medallas de Tokio 2020 están hechas de “basura”? Basura eléctrica y electrónica, para ser más exactos: cerca de 79.000 toneladas de teléfonos móviles y aparatos eléctricos fuera de uso que fueron donadas durante dos años por entidades privadas, ciudadanos y el propio gobierno de Japón.

Además de prometer ser los Juegos Olímpicos más tecnológicos de la historia, la otra palabra clave para los organizadores de Tokio 2020 ha sido la “sostenibilidad”. Con la intención de contribuir a la lucha contra el cambio climático, durante la competición que acaba este domingo 8 y que continuará con los Paralímpicos entre el 24 de agosto y el 5 de septiembre, el objetivo ha sido reducir las emisiones de dióxido de carbono, maximizar el uso de energías renovables, racionalizar el uso del agua y alcanzar la meta de basura cero.

Sosteniblidad en Tokio 2020


Los desplazamientos se realizan con autobuses eléctricos de hidrógeno, todas las infraestructuras de la Villa Olímpica funcionan con hidrógeno y electricidad, la plaza principal del complejo se ha levantado con madera que volverá a los municipios donantes y los podios son de plástico reciclado. El fuego del mítico pebetero olímpico está alimentado por hidrógeno y la antorcha se construyó con desechos de aluminio de las viviendas temporales usadas en el último terremoto que azotó a Japón. Incluso las camas o la ropa de cama se han fabricado con materiales reutilizables poniendo de relieve, y visibilizando más que nunca, todas las posibilidades de la economía circular.

Medallas con valor añadido


Es el caso de las casi 5.000 medallas de oro, plata y bronce que se colgarán los deportistas (debido a las medidas sanitarias por el covid-19), todas proceden del reciclaje de 78.895 toneladas de móvles, ordenadores y otros equipos reunidos durante la campaña ciudadana “Tokyo 2020 Medal Project” abierta entre abril de 2017 y marzo de 2019. Del total de esta “basura tecnológica” se extrajeron 32 kilogramos de oro, unos 3,5 kg de plata y otros 2,2 kg de bronce, ¡de sobra para esta edición y varias siguientes! Solo hay que calcular.

La medalla de oro pesa 556 gramos y la de plata 550 debiéndose la diferencia de 6 gramos a que ambas tienen la misma base (plata), pero la de oro lleva un baño de este material. La de bronce, con un peso de 450 gramos, está compuesta también por un 5% de zinc. Junichi Kawanishi ha sido el diseñador de la medallas olímpicas, tras ganar un concurso al que se presentaron 400 propuestas, y Sakiko Matsumoto, de las paralímpicas.

La deportista gallega, Ana Peleteiro, con la medalla de bronce en triple salto en Tokio 2020.

No es la primera vez que se utiliza basura tecnológica para la fabricación de medallas siendo los antecedentes los Juegos de Invierno Vancouver 2010 y en parte en Río 2016 para las medallas de oro y bronce.

La basura eléctrica y electrónica, un problema creciente


Según el informe Global E-Waste Monitor de 2020 de las Naciones Unidas, en 2019 se estableció un récord de residuos eléctricos y electrónicos (también conocidos por sus siglas RAEE o e-waste, en inglés) con 53,6 millones de toneladas, unas 9,2Mt más que en 2014 y una trepidante previsión de crecimiento hasta las 74,7Mt para 2030.

Según el mismo estudio, en 2016, tan solo el 20% de los RAEE fueron recolectados y reciclados, a pesar de que contenían oro, plata, cobre, platino, paladio y otros materiales de gran valor comercial para ser reutilizados o de que muchos de sus componentes son contaminantes y peligrosos para la salud humana. Los autores calculan que el valor de los materiales reutilizables contenidos en los RAEE superaría los 55.000 millones de dólares, más que el producto interior bruto (PIB) de la mayoría de países del mundo.

En Japón, según datos consultados, el país genera al año 650.000 toneladas de RAEE, y menos de 100.000 son recogidas para producir nuevos dispositivos electrónicos.

En este contexto, las medallas de Tokio 2020 son un caso de éxito en aplicación de los preceptos de la economía circular, además de conciencia social y ambiental, que pueden servir de ejemplo a nuevos proyectos sostenibles para aprovechamiento de los residuos eléctricos y electrónicos (RAEE), ahorrar recursos y emisiones de CO2.

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